lunes, 24 de septiembre de 2018

La culminación de un gran engaño: capítulo 6.

— Qué buenos recuerdos — dijo en voz baja mientras salía de su coche para al fin dirigirse al prostíbulo.
Al entrar, Martín siguió el mismo proceso que seguía siempre que visitaba aquel lugar, dirigirse a la barra para observar a todas las chicas que bailaban en el escenario, mientras  saboreaba una copa de Bourbon, para después elegir a aquella que creía que era más apta. Cabe decir que el término "apta" para él en ese momento era para chicas más manejables, más ingenuas y que a ser posible llevasen ya unas copas de más o estuviesen drogadas para que en el momento de estar a solas, satisfaciesen sus necesidades tal y como él quería. Y por supuesto, ese día no iba a ser menos:
— Hola encanto, ¿cómo te llamas? — preguntó Martín sugerente mientras le ponía el pelo detrás de la oreja.
— Ro... Romina, ¿y tú? — respondió ésta algo nerviosa al ser una de sus primeras noches en ese local. 
— Me llamo Enrique, ¿eres nueva, verdad? Vengo mucho por aquí y nunca había visto esos ojitos tan inocentes — dijo éste poniéndole la mano sobre el muslo.
— Si... vine hace poco... Pero bueno, ¿qué te gusta hacer?
— Vamos a la habitación y te lo enseño — dijo este con cierta forma autoritaria, cogiéndole de la mano para irse hacia el lugar indicado. 
Entraron a la habitación, la cual tenía una luz tenue de color rojo que inspiraba al deseo, y por supuesto, Martín, había escogido la suite más cara, la de la cama redonda, que poseía espejos tanto arriba como a los lados de la cama. Nada más entrar, lo primero que hizo Martín fue abalanzarla sobre la cama.
— Ven aquí — dijo éste con deseo y ganas de empezar mientras se dirigía a ella para rasgarle las medias de rejilla y quitarle la ropa interior.
Justo después se quitó él toda la ropa para ponerse sobre ella de rodillas. Le cogió las manos con su mano derecha y se las apretó contra la cama para que ésta no pudiera moverse. Acto seguido, le introdujo su pene erecto en la boca de la joven, empujando con fuerza para disfrutar viendo las arcadas que le provocaba.

— Vamos, chupa, seguro que te gusta mucho — ordenaba éste mientras seguía empujando y empujando. 
Ella, agobiada, se echó para atrás haciéndole entender que era demasiado brusco y se intentó poner encima de él, a lo que él respondió acto seguido volviéndola a lanzar sobre la cama e introduciendo su pene de nuevo, ésta vez en su vagina. Cada vez el sexo era más y más duro y parecía que él iba olvidando cada vez más que lo que tenía enfrente era un ser humano, una pobre chica que iba sufriendo cada vez más dolor en vez de placer.
— Te gusta que te den duro ¿eh, zorra? — gritaba éste disfrutando del control que tenía sobre la situación. 
Martín consiguió llegar al éxtasis al ver el cuerpo agotado de Romina debilitado de tantos golpes que le había asestado. El acto duró lo suficiente para que él se sintiese lo suficientemente poderoso como para liberar toda la tensión que albergaba. 
Una vez hubo terminado, se levantó y se fue, sin articular palabra y dejándole el dinero en la cama tirado. Ella se quedó tumbada en la cama, mirándole y pensando cómo le había humillado, sabiendo que sin duda ese polvo le costaría mucho de olvidar.
Al salir Martín a la calle, satisfecho por lo que acababa de hacer, se fumó un cigarro pensando en lo mucho que había disfrutado, ya que la joven no había puesto ningún impedimento a sus exigencias. Contento, se dirigió a su coche para volver a casa y pensar en cómo podría acabar con Raúl, el único obstáculo que le quedaba por derribar. 
Sólo así pensaba que llegaría a conseguir su ansiado objetivo pero no sabía que Raúl era más fuerte psicológicamente que Marco y que también estaba haciendo todo lo posible para ser el sustituto de Bruno, eso sí, por las vías que se les había permitido. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario