Eran
las 12:35 cuando sonó ruidosamente la megafonía en Electronic Master, una
empresa dedicada a la creación, diseño y distribución de tecnología, donde se
podían encontrar todo tipo de tabletas, móviles de última generación y
cualquier componente relacionado con las tecnologías de la comunicación. La
tienda estaba situada en un polígono industrial a las afueras de Lardes, una
ciudad grande caracterizada precisamente por su alto poder empresarial.
—
Al finalizar su turno, todo el personal deberá dirigirse al salón de actos… El
presidente de la empresa tiene algo importante que comunicarles —dijo Bruno
Aguilera, jefe de recursos humanos durante 30 años y actual jefe de la empresa.
Bruno
siempre se había caracterizado por su meticulosidad a la hora de establecer
citas con todos sus empleados, por lo que a la mayoría de ellos les sorprendía
que de repente tuvieran una cita con él en apenas una hora.
—
¿Qué querrá? —se preguntaba uno
de sus empleados al escuchar el mensaje.
—
¿Habrá pasado algo grave? —dudaba
otro con miedo de que la empresa hubiese quebrado.
Se
acercaba la hora acordada y allí se dirigía en solitario Martín Aguilera, un
hombre alto y apuesto, con una gran melena repeinada; nadie podría negar que
era el hijo de Bruno. Martín llevaba ya
unos 10 años en la empresa, en la que estaba gracias a que su padre le dio una
oportunidad de trabajo, y en el que por suerte había cumplido las expectativas
que su padre tenía depositadas en él.
—Ahí
está —se dijo a sí mismo Martín.
Y
así era, ahí salía su padre, tan trajeado como siempre, hacia el micrófono, retocándose
con una mano su canoso y poblado flequillo, mientras que con la otra se
apretaba el nudo de la corbata para quedar lo más impecable posible, antes de dirigirse
a todos sus empleados:
— Sé
que a todos os habrá sorprendido esta cita tan inesperada y tan multitudinaria,
pero sé que si no lo hacía así no iba a ser capaz de dar este paso. Me voy… Es
un pensamiento que me llevaba rondando mi cabeza ya hace unos meses y que hoy
he decidido compartirlo con todos vosotros. La edad no pasa en vano y ya no me
levanto con la misma fuerza, con las mismas ganas ni la misma ilusión y eso es
algo que en un puesto de tanta importancia en esta empresa no se puede
permitir. Por ello, antes de irme definitivamente, he decidido proponer tres
candidatos de los cuales entre todos tendremos que elegir dentro del mes siguiente
a mi sucesor. Los tres candidatos son los siguientes:
—
En primer lugar, una
persona caracterizada por su gran pasión, por lo que hace por esta empresa, por
su gran creatividad y por las innumerables veces que nos ha salvado de caer en
la rutina de hacer siempre los mismos productos; nuestro diseñador de productos
electrónicos, Marco Gómez.
— ¡Qué
buen sucesor! -Se escuchaba de fondo.
— Me
parece correcto y buen candidato — decían otros.
—
Para continuar, uno de
los más comprometidos por esta empresa, una persona con la que puedes contar a
pesar de que haya terminado su jornada laboral, un hombre en el que todos
alguna vez hemos depositado nuestra confianza; nuestro encargado de la sección
de electrónica, Raúl Nieva — prosiguió
el jefe.
— Raúl...
¡Genial! —gritaba una de las personas bajo las órdenes del mismo.
— Y
por último, una persona que desde que llegó no ha cesado su empeño en escalar
hasta mi puesto, un hombre que ha puesto contra las cuerdas muchas veces a
Ciencia y Diseño, nuestra mayor competencia, un chico que caracterizo por su
dura capacidad de negociación sin escrúpulos; el encargado de negociar con
empresas, Martín Aguilera — finalizó
Bruno.
El
anuncio de Martín como último candidato tuvo división de opiniones: por un
lado, estaba el sector que pensaba que, a pesar de que Martín era muy rudo a la
hora de negociar con sus clientes era un trabajador brillante en cuanto a la
consecución de objetivos para la empresa y por ello lo querían como nuevo jefe;
pero por otro lado estaba el sector que pensaba que no todo vale para la
consecución de esos objetivos, sino que había una forma más correcta de
conseguirlos.
— Quiero
que sepáis que no ha sido tarea fácil elegir a estos tres candidatos, cada uno
tiene su punto fuerte y su punto débil. Entre todos está ahora elegir la mejor
opción para que pueda seguir manteniendo esta empresa como lo ha hecho durante
todos estos años. No tengo nada más que decir, el 25 de Marzo por la mañana
iniciaré las votaciones, tenéis un mes para ello, aprovechadlo — finalizó
Bruno antes de dirigirse a su despacho para recoger sus cosas.
También,
toda la gente que se encontraba en el salón de actos se fue disipando para irse
a sus respectivas casas entre un murmullo creado por la noticia que el jefe les
acababa de dar; todo el mundo se iba menos una persona, Martín, que se quedó en
una esquina hablando en voz baja:
—
No puede ser... Se tiene que estar
riendo de mí, voy ahora mismo a hablar con él —dijo mientras se disponía
a encontrarse con su padre en su despacho.
—
Adelante — dijo su padre desde
dentro mientras metía sus cosas dentro del maletín.
—
Soy yo, tengo que hablar contigo, esto
ha tenido que ser un error — dijo Martín poniéndose tenso.
—
¿Un error? Yo creo que ha sido la mejor
opción hijo, si queremos que la empresa siga como hasta ahora, tengo que dar a
los empleados la oportunidad de elegir quién les parece mejor sucesor — le
contestó Bruno con la serenidad que le caracterizaba.
—
¿La mejor opción? ¡La mejor opción soy
yo! — recriminó Martín.
—
Martín, no empieces, hemos hablado de
esto mil veces y nunca caeré en tu trampa. Es imposible nombrarte a ti como
sucesor directamente, en primer lugar porque no quiero convertir la empresa en
un régimen dinástico en el que mis empleados no tengan opción a votar, y en
segundo lugar porque somos una empresa y todos juntos vamos hacia la misma
dirección, y tú lo único que quieres es guiar a otros a una dirección mientras
tú te mantienes en el mejor camino posible, y mientras no entiendas que todos
somos un equipo nunca podrás ser un buen jefe — contestó Bruno.
—
Eso es mentira. Gracias a mi tienes los
mejores negocios con tus clientes, gracias a mi has ganado dinero que ni te
esperabas, soy el mejor en esto y lo sabes — dijo Martín.
—
¿Sólo gracias a ti? Somos una empresa de
más de mil empleados, todos aportamos algo, no sólo eres tú — le comentó
Bruno enfadado con su hijo.
—
Está bien. ¿Quieres que entre en tu
juego? Lo haré, te demostraré que soy el mejor y que este mes ha sido una
pérdida de tiempo para ti y para todos. Adiós padre, nos vemos mañana — dijo
Martín antes de irse por la puerta dando un portazo.
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