—
Marco, a mi despacho cuando puedas, por
favor — ordenó Bruno tras haberle
llamado al teléfono del despacho.
«Lo
que me faltaba, reunión con el jefe ahora», pensó Marco mientras se
levantó para ir a su cita con su jefe.
—
Dime Bruno, ¿qué quería? — dijo éste preocupado.
— Cambia
esa cara Marco, que os haya puesto en esta situación es culpa mía y quiero que
sepas que ante todo está vuestra salud mental y física así que quiero que sepas
que tienes a partir de ahora mismo dos días libres para que los disfrutes con
tu mujer y en tu casa. Martín me ha contado que no has parado ni un día con un
proyecto que tenéis entre manos y creo que te mereces un descanso; no te
preocupes por nada, esto no influirá a la hora de elegir a mi sucesor — le propuso Bruno.
—
¿De verdad? — contestó Marco — Gracias jefe,
ahora mismo preparo mis cosas y me voy, sinceramente creo que lo necesito.
— Pero
Marco, descanso significa descanso, si te lo doy es para que desconectes
totalmente de la empresa, no quiero oír que has aprovechado para seguir con ese
dichoso proyecto.
— De
acuerdo jefe, le haré caso.
Acto
seguido, Marco se marchó para su casa dejando el ordenador en la oficina para
asegurarse de que no iba a seguir con su trabajo en casa. Desgraciadamente,
Martín le tenía preparadas un par de sorpresas más:
Marco
había llegado a casa contento por tener dos días de descanso, cuando nada más
abrir la puerta lo primero que observó fue la imagen de su mujer desolada
sosteniendo una fotografía en la mano.
—
¿Qué te pasa? — preguntó éste.
— Explícame
qué es esto, por favor... — le
contestó Sara, su mujer, llorando mientras le enseñaba la dichosa fotografía
que ya había circulado por su empresa.
— Eso
es falso, te lo juro, en la empresa también lo han pasado y ni siquiera sé
quien ha sido capaz de hacerlo... me conoces, soy buena gente y jamás te
traicionaría — contestó Marco
intentando convencer a Sara de que esa fotografía era falsa.
— Ya
no sé si creerte Marco, llevas unas semanas alejado de mí, como abstraído y
esta imagen lo único que hace es justificar que ya no me quieres, que prefieres
buscar lo que no tienes conmigo y necesitas nuevas experiencias con otras
mujeres — le comentó Sara
deprimida.
— Desde
que empezaron estas absurdas elecciones sólo he tenido problemas... y llevas
razón en que he estado muy alejado de todo el mundo sin darme cuenta de nada,
hasta hoy; lo único que quiero es recuperarte a ti y seguir el rumbo de mi
vida, de verdad, sólo déjame una semana más y verás como todo se aclara.
Estamos en las elecciones de una de las empresas más importantes de la ciudad y
creo que es normal que intenten echar mierda sobre mí — dijo Marco intentando convencer a Sara.
— Tienes
una semana para demostrarme que no me equivoco — le contestó ella.
Tras
esta discusión, Marco, desamparado, se fue al baño a desahogarse. No podía más,
toda esa situación estaba acabando con él, veía que no era capaz de llegar a la
altura de las exigencias de Martín. Tenía claro que confiaba en él ya que era
un hombre que había conseguido muchos éxitos anteriormente y veía en él la
llave para poder ser el nuevo jefe y darle a su mujer la estabilidad económica
que ambos ansiaban. Sin embargo, veía todos sus esfuerzos frenados
continuamente por las circunstancias que estaban aconteciendo en ese momento.
Por
suerte para Marco, estos dos días de descanso le sirvieron para coger fuerzas,
pero desgraciadamente, no las suficientes para afrontar lo que le iba a suceder al llegar a su despacho y darse
cuenta de que todo su proyecto había desaparecido.
—
¡No puede ser! — gritaba— ¿Dónde está? ¡Todo mi proyecto ha
desaparecido!
Acto
seguido, Martín, que estaba esperando a que Marco se diese cuenta de lo que
había pasado, entró pareciendo asustado por los gritos que éste emitía.
—
¿Qué pasa, Marco? — preguntó con un asombroso tono de
preocupación.
— No
está, por ninguna parte, ha desaparecido —
decía Marco esta vez con un tono mucho más bajo y mirando únicamente
al frente.
—
¿El qué no está? ¡Contéstame venga! —
preguntaba Martín aparentando preocupación.
— El
proyecto, ha desaparecido, no lo veo por ningún lado. Parece imposible pero no
está. Es como si se hubiese esfumado —
contestó Marco antes de romper a llorar desconsoladamente.
—
¡¿Cómo?! — exclamó Martín haciéndose el afectado
mientras apoyaba su espalda en la pared y se llevaba las manos en la cabeza.
En
ese momento empezó a recordar lo que había hecho el día anterior para hacer
desaparecer del ordenador de Marco ese proyecto:
Esperó
a que el resto de empleados terminasen su turno de tarde para irse a sus respectivas casas para después bajar
a hablar con la jefa de seguridad de la empresa argumentándole si podía hacerle
el favor de dejarle dentro, prometiendo no molestar pero aludiendo que
necesitaba quedarse un par de horas más para adelantar trabajo que sólo podía
hacer en la oficina. Y claro, cómo ésta le iba a decir que no a la única
persona de la empresa que le saludaba por las mañanas con una sonrisa tan
encantadora, no tuvo más remedio que permitírselo. Una vez sin gente y con el
ordenador de Marco enfrente, metió en el ordenador un virus que revelaba todas
las contraseñas que ese sistema operativo contenía. Tras esto, sólo faltaba
meterse en su ordenador y esperar a que se revelasen todas y cada una de ellas.
Una vez con las contraseñas necesarias, Martín hizo lo que Marco se temía: borró el proyecto.
«Un plan genial de
un genio», pensó mientras veía cómo
Marco se derrumbaba cada vez más y más.
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